lunes, 16 de enero de 2017

Historias de Heródoto

Por las Historias de Heródoto sabemos que los persas desde los cinco hasta los veinte años solo enseñaban a sus hijos tres cosas: a montar a caballo, a disparar el arco y a decir la verdad.

Los babilonios sacaban a sus enfermos a la plaza, pues no tenían médicos, y los transeúntes que habían sufrido un mal semejante les daban consejos sobre su enfermedad. Estaba prohibido pasar junto a un enfermo en silencio sin preguntarle el mal que le aquejaba.

También que toda mujer babilonia debía ofrecerse una vez en su vida a un santuario de Afrodita y yacer con un extrajero. Las bellas regresaban pronto a casa y las poco agraciadas esperaban hasta tres y cuatro años.

O el experimento de Psamético para averiguar qué pueblo era el más antiguo. Para saberlo entregó a un pastor dos bebés y le ordenó que nadie pronunciara palabra alguna ante ellos y que se alimentaran de leche de cabra. Dos años después los niños pronunciaron “becós”. El faraón indagó qué pueblo daba a algún objeto ese nombre y descubrió que los frigios llamaban así al pan.

Gracias a Heródoto, hoy sabemos del afecto que los egipcios profesaban a los animales, a los que consideraban sagrados. Una de las costumbres que regían es que cuando hacían ofrendas a un dios rapaban a sus hijos la cabeza. El cabello se colocaba en una balanza y la plata equivalente se entregaba al santuario para alimentar a sus animales consagrados. “¡Triste del egipcio que mate a propósito alguna de estas bestias! No paga la pena de otro modo que con la cabeza”.

Libro II dedicado a Euterpe

1 comentario:

  1. Muy interesante, aunque no sé si Heródoto es el historiador más fiable en algunos asuntos. No sé si has visto o leído El paciente inglés, pero el protagonista, un aventurero en la época de la Gran Guerra, siempre lleva un tomo de las Historias de Heródoto con él. Por algo será.

    ResponderEliminar