domingo, 29 de enero de 2017

Renacimiento y Barroco




El nacimiento de Venus (1495) es una de las obras renacentistas más famosas de Sandro Botticelli. En esta podemos ver, como su propio nombre indica, una de las versiones sobre el nacimiento de Venus en la que esta surge de una concha en el mar. Esta pintura de motivo mitológico está realizada con colores suaves y claros ya que muestran un entorno realizado por la belleza de la diosa. Como es típico en el Renacimiento, las figuras son perfeccionadas y siguen el cánon clásico griego. El buen gusto está en el equilibrio, la elegancia y una visión armónica del mundo.


Cristo muerto sostenido por un ángel (1646), de Alonso Cano, es una pintura barroca claramente diferenciada de la anterior. Resalta la triste figura sin vida de Cristo con colores mucho más claros que contrastan con un fondo oscuro. Representa el pesimismo y desengaño por el que se inspiraban en la época en la que la perfección está en la originalidad. Se sigue un criterio más personal y la perfección está en la exageración. Se puede ver cómo se rompe con el equilibrio del Renacimiento y aunque sigue siendo un tema religioso cuenta con una concepción más negativa del mundo. 


lunes, 16 de enero de 2017

Historias de Heródoto

Por las Historias de Heródoto sabemos que los persas desde los cinco hasta los veinte años solo enseñaban a sus hijos tres cosas: a montar a caballo, a disparar el arco y a decir la verdad.

Los babilonios sacaban a sus enfermos a la plaza, pues no tenían médicos, y los transeúntes que habían sufrido un mal semejante les daban consejos sobre su enfermedad. Estaba prohibido pasar junto a un enfermo en silencio sin preguntarle el mal que le aquejaba.

También que toda mujer babilonia debía ofrecerse una vez en su vida a un santuario de Afrodita y yacer con un extrajero. Las bellas regresaban pronto a casa y las poco agraciadas esperaban hasta tres y cuatro años.

O el experimento de Psamético para averiguar qué pueblo era el más antiguo. Para saberlo entregó a un pastor dos bebés y le ordenó que nadie pronunciara palabra alguna ante ellos y que se alimentaran de leche de cabra. Dos años después los niños pronunciaron “becós”. El faraón indagó qué pueblo daba a algún objeto ese nombre y descubrió que los frigios llamaban así al pan.

Gracias a Heródoto, hoy sabemos del afecto que los egipcios profesaban a los animales, a los que consideraban sagrados. Una de las costumbres que regían es que cuando hacían ofrendas a un dios rapaban a sus hijos la cabeza. El cabello se colocaba en una balanza y la plata equivalente se entregaba al santuario para alimentar a sus animales consagrados. “¡Triste del egipcio que mate a propósito alguna de estas bestias! No paga la pena de otro modo que con la cabeza”.

Libro II dedicado a Euterpe